martes, agosto 28, 2007

PRIMAVITRA


Ese tono de crin coposo y mil oliente me aroma.
El oro se instala a bruñir el aire,
parafraseando a los cometas.

jueves, agosto 16, 2007

ENCLÁPSULA




Una avalancha de nubes mortecinas, atentaba contra el propio sol al comenzar sus días la pudra ciudad. Sin embargo, el cielo persistía con cierta gracia en su afán de embodegar a los citadinos, brindándoles de consuelo algunos atardeceres de colores robustos; rojos, naranjas y amarillos encarnados, que parecían dar importancia a tardes y noches de perfecta pasmedad.
De entre medio de los sabidos letargos con que cada cual cabalgaba a su irritante aislamiento, surgió de golpe una mujer. Sin nombre ni ideas, morena de tono y gesto y vacía al extremo, hurgaba como todos en las malezas del empleo sin gozar.
Caminaba a paso tenso, sobre gruesos tacones que no recordaba llevar, cargaba con el apuro del viento enrarecido y en su lengua atajaba cualquier malestar que flotara, dejándose secar la boca con letras ajenas.
Su rostro se le hacía tan reiterado al mundo, que pudo verlo reflejado sobre una tapia de ladrillos, sin que la turbase en lo absoluto, durmiéndose aquella noche sin esmero y muriendo momentos antes de que su pieza se iluminara, con los rayos de un nuevo atentado matinal.
Al sol se le hizo día recordándola sin verla y los pasantes de urbe la ojearon un tanto sin remembrarla, colgando la vista en la arrebolada bóveda, que esa tarde como ninguna, verdeó por entero su nubarrosa cubierta.

miércoles, agosto 08, 2007

ELLE EST DEBOUT


EL PIE DE MÁRMOL

Dicha escultura, fue dada por Camille Claudel, que recortó el sobrante marmóreo, infragándole vida a la extremidad.
Rodin, su pareja de la época, cinceló su nombre ajeno en el tobillo, costumbre tosca de aquella época ya vencida.
Tiempo después, al ser ofrendada con el desprecio del escultor, Camille lanzó su pie al río, corrió a su taller y desmembró con un hacha su propia obra.
El resto de sus días se los hurtó su hermano Paul, encerrándola de por vida en un manicomio, pese a sus ruegos desesperados.
Soñando con su drama, vivifiqué por segundos su rol. En la lóbrega ribera parisina, sobre el mismo puente de la acción, marco aquel pie con su nombre y lo envío a las aguas. Su Claudel bien puesto remansa, bajo el temple quieto del Sena.