lunes, septiembre 11, 2006

Nombre Propio

Anoche me obsesioné con un nombre. A veces, justo antes de dormir, se me estrellan en la mente pensamientos que no me sueltan hasta que caigo dormida o los agoto. Comencé a pensar en lo extraño que me resulta el nombre Claudio, sintiendo que eventualmente nunca le pondría ese nombre a un hijo, no por feo, sino por ajeno. Recordé a los Claudios con lo que me había topado en la vida. Eran pocos, solo les visioné las caras a un par de amigos de la adolescencia, que también eran amigos entre sí, pero que ninguno de sus rostros cuajaban con el nombre Claudio...
Hoy en la mañana, me llamaron del taller de costura. Claudio, el taxista que nos lleva los encargos todas las semanas, se había suicidado el sábado. Anoche no llegó a mi mente, pero hoy recordé cuan puesto tenía el nombre en su cara...se llamaba Claudio con toda propiedad...

lunes, septiembre 04, 2006

Sobre La Elegancia

Cada mañana, mis obligaciones laborales me llevan a desplazarme por uno de los sectores más "elegantes" de la ciudad. Mientras hago mi recorrido por las calles, la elegancia, palabra ilustre, larga, esbelta y a mi parecer de color azul transparente, busca refugio en el cielo para no ser emparentada con actitudes que tienen mucho más que ver con el poder adquisitivo y la simple apariencia, que con la distinción en si misma.
Todos los días, me topo con mujeres "elegantes".
A muchas las veo transitar, otras llegan a donde estoy.
De las que veo andar, pocas veces siento curiosidad por imaginar su mundo. Las percibo como pájaros enjaulados en la vanidad y el temor, andando todos los días sobre delgados tacones que les separan los pies de la realidad terrena y les quita la armonía al andar.
De las que llegan a donde yo estoy, la proximidad me lleva a imaginar. Me resulta imposible sentir por más de dos minutos el perfume de alguien sin comenzar a recibir oleadas de información.
Veo todo tipo de mujeres elegantes... un pequeño grupo de estas mujeres, son personas sumamente gratas, que miran a los ojos y sonríen aunque sea con seriedad. Por lo general, tienen más de cincuenta años, por tanto, pertenecen al tiempo educativo en que los padres enseñaban la sagrada trinidad del comportamiento: saludar, dar las gracias y despedirse. Pero las veo grises, sin color adentro ni fuera de ellas. El peso de dos listones de oro cruzados colgando del cuello, con el correr de los años las lleva a mirar el suelo con precaución y a sentirse seguras en la vía de lo mínimo y lo austero.
Hay otras que simplemente no saben por donde andan, ni como es que su cuerpo camina. Se mueven como programadas por un burdo titiritero electrónico, siendo totalmente inexpresivas en sus actos. No modulan y apenas hablan... A este grupo pertenecen algunas de las mujeres más hermosas que he visto en mi vida, jóvenes, delgadas, altas, de facciones preciosas, con la mirada opaca y la pasión muerta, deshabitadas de si mismas... La curiosidad me pica tratando de imaginar como demuestran el enojo, el descontento, el amor... a que anoréxico recurso emocional echarán mano para "sentir" algo parecido a un orgasmo...
Conozco también a otras "elegantísimas" señoras de por acá, que son el grotesco resultado de años de escasez económica y arribismo galopante... ellas andan por el mundo despotricando a viva voz, encontrando todo horrible y carísimo, pidiendo rebajas en todas partes, muy encaramadas en terraplenes de doce centímetros, apretadas en un celulítico pantalón de moda y dejando una estela borrachienta de sudor mezclado con algún perfume que lleva el nombre de alguna cantante afro -americana- latina -.despilfarradora – traidora de sus raíces y muy, muy fashion. Gastan y comen gracias al gentil auspicio de sus maridos, tiran la tarjeta de crédito en la cara a la hora de pagar, piden veintecuotaspreciocontado hasta para comprar un par de cebollas y se van a sus mansiones creyendo ser las sultanas de una sociedad sin aristócratas, que vive de las apariencias y se contagia entusiasta de la peor pandemia labrada por el ser humano... la superficialidad.
Siempre he sentido que la elegancia tiene relación con ser considerado frente a la sagrada condición de existencia del otro, pedir permiso para interferir en un campo energético ajeno, llegando a sintonizarnos fluidamente con el medio, teniendo la elegancia como función de fondo el enseñarnos a ser ecoconscientes...
Pero la auténtica elegancia, ya pasó de moda. No se exhibe en vitrinas, ni tampoco se luce en la publicidad... es más práctico vender la elegancia en una cartera con una sigla de tres letras montadas, que reunir en una sola persona sus condiciones; la gracia, la nobleza y la sencillez...