miércoles, octubre 24, 2007

FRANCISCO COPELLO





El presente artículo, consistente en un pequeño homenaje retrospectivo a la figura y obra del artista chileno Francisco Copello, se encuentra publicado actualmente en la última edición de ART NOTES, revista internacional de Arte y Cultura. Editada bimensualmente en Santiago de Compostela España, es distribuida en diversos países, por lo que todos sus artículos se encuentran simultáneamente en español e inglés.
Actualmente, me encuentro prestando colaboraciones para este medio, del cual pueden obtener más info y deleitarse con la calidad de su factura en http://www.artnotes.info/

FRANCISCO COPELLO: MOMENTOS ESTELARES

De no haberse asido a su propia voluntad pujante, seguramente Francisco Copello habría donado los días de su existencia haciéndose cargo de la fábrica de spaghettis que poseían sus padres. Después de tres años de llevar las facturas y evaluar las ganancias que arrojaba el negocio familiar, este hijo de inmigrantes italianos, nacido en Chile en 1938, se anunció presto para dar la vuelta y emigrar al país de sus progenitores, bajo el impulso de tocar sus raíces.
A partir de 1962, los pies inquietos que movilizaban a su espigada figura, fueron dando saltos por uno y otro continente, legando un extenso tramado creativo. A un año de su muerte, una serie de homenajes y retrospectivas instruyen al público chileno sobre la vida y obra de Copello; un fantástico creador que circuló por delante de los de su época, un explorador de lenguajes en uso y pausa, un artista invitado del mundo.
Sus inicios, los ejerció en el grabado. Luego de formarse en la Academia de Bellas Artes de Florencia, se especializa como grabador en el Pratt Graphic Center de Nueva York. Posteriormente, es becado con la Fellowship del New York Council of the Arts en 1971 y gana el premio Nicolás Copérnico con su grabado de título "Torso" en Polonia, año 1972.
Es en medio de esos años de juventud rabiosa por vivir e innovar, que comienza a conectar las fases de su cuerpo en torno a la danza y descubre un nuevo móvil de expresión: La performance. Estudia danza junto a la destacada coreógrafa Laura Dean y colabora en el teatro experimental del (en esos años) debutante, Robert Wilson, además de compartir escenas de trabajo y fiesta con Andy Warhol y otros promisorios entes neoyorquinos de la época.
Su primer ademán de retorno al medio chileno, lo da el año 73. Después de una fase de varios años en el extranjero, decide volver y presentar en Chile sus audacias visuales, eligiendo como día de estreno el 12 de septiembre de 1973: justamente un día después del golpe de estado de Pinochet.
Empacando talento y ánimo, parte nuevamente al extranjero, representando a Chile en la Bienal de Sao Paulo, volviendo por un corto trecho a Nueva York e instalándose por un buen lapso en Milán, aires bajo los cuales llevó a cabo sus más aventuradas performances. En esos tiempos, aparecía arrullado entre los pliegues de la bandera chilena, con el semblante en rotundo descontento, declamando en su gesto el grito de quienes morían en su suelo natal.
La transexualidad, la muerte, el narcisismo y el amor - odio, son las recurrentes temáticas bajo las cuales montó escena. En algunas presentaciones era un mimo rabioso, calvo, desolado, mientras que en otras se engalanaba con pluma y lírica para dar aliento a personajes de genuino glamour. Ciertas actuaciones fueron captadas en vídeo, como "The Chilean Boy" (2002) y "Hello Again" (2005), película en la que simula su propia muerte y renacimiento, grabada sólo meses antes de morir.
La cruza de conceptos e imágenes entre los soportes utilizados, es otro rasgo permanente en el rostro de su obra. Siendo la dinámica de la creación su mayor interrogante, Copello se auto refiere pictóricamente, trasladando imágenes de sus presentaciones, como "El mimo y la bandera", "Pictures of an exhibition" y "Esmeralda" a la plástica, o haciendo transferencia de simbología e imaginarios visuales, a la puesta en escena de videos como en "The painter" (1985).
Por otro lado, es en sus collages (sobre todo a partir de 1997, luego de su regreso definitivo a Chile) en donde apreciamos ampliamente su bitácora terrenal: fotos de infancia, partituras musicales, dibujos antiquísimos, trozos de periódicos, etc. dan forma a estructuras visuales en las que se abraza a su propio mundo, acoplando al fin a sus partículas viajeras en un fragmento total.
Más allá de las nacionalidades, su genialidad tenía raíz voluntariosa y hasta el día en que la muerte lo acunó a los 68 años de edad, siguió puliendo su cuerpo flexible todas las mañanas, danzando, actuando y grabando en pesadas planchas las imágenes que se le hacían puzzle en la frente calva.
Copello, que en su arte y fondo fue signo de estrella, aún sigue dando luces adelantadas, adjuntándole al universo un nuevo tono para brillar.